¿Quién dice que no se puede vivir de recuerdos? Probablemente el mismo que nos ha dicho siempre que no sirve de nada anclarse a un pasado que, como su propia palabra indica, ya es eso, pasado.
Sin embargo, no estoy de acuerdo. Es más, yo creo que en mi día a día hago ni más ni menos que todo lo contrario. Vivo de mis recuerdos, me retroalimento de ellos y, en general, los tomo como fuente de energia en días malos. Y, ¿sabéis? Me funciona. Porque es cierto, hay cosas que nunca volverán, pero también son cosas que han sucedido y que, si son bonitas, podemos utilitzar para hacer nuestra vida mejor.
Comprové mi teoria hará un par de días, trasteando varias carpetas de 2006 a las que trataba de poner orden de una vez por todas (es increible la cantidad de fotografias que llegué a tomar esos años!). Agobiada por la multitud de imágenes que debía poner en orden, decidí sencillamente pinchar en una de ellas y observar lo que me encontraba. Y ahí tenéis una pequeña muestra de lo que ví.
Las fotos pertenecen a la celebración que hizo una chica que, a día de hoy, es una de mis grandes amigas, Raquel, concretamente al día de su 18 cumpleaños. Y ahí nos tenéis, con 17 – 18 años y con caritas de libertad recién estrenada. No voy a engañaros. Mi primer pensamiento se redujo a: Dios mío, ¿por qué esas pintas señor, por qué? No obstante, a los 5 minutos me sentía mal de haberme echo esa pregunta, porque la sonrisa que se me había dibujado en la cara desvanecía cualquier otra tontería. Aquel fue un día grandísimo que se logró con cosas tan sencillas como disfrutar de la comodidad y la confianza que te da estar con buenos amigos, esos que te vas encontrando a lo largo de la vida y que sabes que nunca vas a dejar de querer. Ese día cenamos, cantamos, comimos lacasitos, nos espachurramos en el sofá agotados de risa y, sobretodo, fuimos nosotros mismos. Fuimos felices. ¿Lo mejor? 8 años después sigo contando con todos ellos. A unos los veo más, a otros no tanto como me gustaría, pero tanto ellos como yo saben que, si alguna vez nos necesitamos, vamos a estar.
Realmente son alucinantes la cantidad de sensaciones bonitas que puede evocarte una foto si antes hemos retenido en nuestra mente todo lo bonito de lo que nos va aconteciendo día tras día. Vale la pena quedarnos con los detalles pequeños y, des de luego, vale la pena sentir lo que hacemos. Porque luego pasa esto, que unas sencillas fotos de adolescencia son capaces de hacerte vibrar.
Definitivamente, el chute emocional y la fuerza que nos dan los recuerdos bonitos para seguir luchando por una vida llena de momentos igual o más perfectos, vale la pena!! Ya sabéis, escoged recuerdos felices, todos los que podáis, y a disfrutar se ha dicho!!
Ah, y des de luego:
Think pretty!